lunes, 30 de noviembre de 2009

Día 8 - Escape de la RCV parte II

Me levanté en la madrugada, antes que el sol comenzara a asomarse. Los guardias a esta hora no son más de tres, y todo el mundo duerme.
La idea era crear caos. Liberaría a los secuestrados y escaparía entre ellos. El ruido despertaría al resto de la gente, se enterarían de lo que sucede con estas personas, estallaría el caos.
Mientras Jiménez y su gente intenta controlar el problema, yo escaparía en un camión con Claudia, atravesando las rejas de seguridad que llevan a la "boca del lobo", hacia mi libertad.

Sólo había un vigía cerca del container donde se encontraban los secuestrados. Estaba sobre una torre de grua. Subí la torre con sigilo, lo sorprendí por la espalda y lo asfixié hasta hacer que se desmayara. Tenía un montón de llaves.
Bajé la grua y me dirigí al container, estuve mucho tiempo tratando de encontrar la llave que le hiciera al candado. Tensos, eternos minutos.
Logré abrirlo. Abrí con cuidado la puerta, tanteando en la oscuridad en busca de una luz instalada en el container. La encontré... los niños estaban arrinconados en una esquina, cual ganado, dándose calor. El olor era asqueroso, el aspecto de los niños era terrible.
Me acerqué, se asustaron, y les dije que los liberaría. Comencé a desatarlos, aquellos que estaban libres ayudaban a desatar al resto, por lo que la tarea fue rápida.
Entre todos los niños había un adulto, con su boca tapada con cinta adhesiva. Al sacarlo me agradeció en nombre de todos, su nombre era Gustavo, y para mi sorpresa había sido uno de los soldados de la resistencia.
Me contó que cuando comenzaron a faenar a humanos, el se negó y amenazó con contarle al resto de la gente sobre esta medida. Jiménez ordenó que lo encerraran.
Me ofreció su ayuda para poder escapar, si podía acompañarme. Acepté.
Les relaté la idea de hacer un desorden para alertar al resto de los civiles, la idea era correr cantando, ridículo, pero iba a facilitar que no confundieran a los niños con infectados. Salimos del container y comenzamos a correr.

La improvisada medida, resultó en que los niños cantaban cosas diferentes, y sin mucha afinación, todo un espectáculo.
La gente comenzó a salir de sus refugios y se percataron de lo que sucedía. Para mi sorpresa muchos de los niños, tenían a sus madres dentro del refugio. De alguna manera los habían separado, sin que se dieran cuenta.
El caos se convirtió en gritos de alegría, por encontrar a un ser querido perdido.

En unos minutos Jiménez se presentó con su comandante, detrás de ellos el resto de los soldados, con sus armas apuntándonos. Gustavo y yo lo encaramos.
Dijimos frente a todo el mundo las atrocidades que estaban cometiendo. Entre la gente se escuchaban gritos y llantos desgarradores.
Los soldados se miraban entre ellos nerviosos, el comandante fijaba su mirada de rabia hacia mí. Jiménez tenía una cara inexpresiva, pero estaba pálido.
Los llantos de la gente se transformaron en gritos de furia, y comenzaron a avalanzarse contra los soldados.
El comandante estaba atrapado entre el tumulto de gente. Jiménez se escabulló entre los soldados, con intención de escapar.
Con Gustavo lo empezamos a seguir, dejando el tumulto atrás. Pronto entre los gritos empezaron a escucharse disparos, comenzó una matanza. Debíamos concluir el plan pronto.

Encontramos a Jiménez llevándose a punta de arma a Claudia, ella llevaba en su mano un bolso. Subieron a un camión. Corrí detrás de ellos, mientras que Gustavo llegó en una motocicleta, subí detrás y comenzamos a perseguirlos.
El camión salió de la aduana, arrasando con todo infectado que se le cruzara, abriéndonos camino para seguirlo.
Gustavo mostraba manejo en la motocicleta, ya que era muy hábil esquivando los cuerpos de los infectados que podían causar un accidente.

Gustavo acercó lo suficiente la motocicleta para que pudiera subirme al camión por la parte de atrás. Escalé al techo mientras Gustavo retrocedía. Me acerqué a la cabina y patié el vidrio del piloto con fuerza alcanzando con mi patada el rostro de Jiménez.
Entre el estallido del vidrio, los gritos de Claudia, los gritos de los infectados y la pérdida de control del camión.
Chocamos contra una muralla de un edificio. Salí disparado contra la muralla y caí en el suelo, desorientado.
El gruñido de un infectado me hizo darme cuenta de que debía levantarme antes que todo se fuera al carajo.

Me levanté y vi a Jiménez defendiéndose de los infectados con su arma. Aún en la cabina, estaba Claudia, inconciente, su frente sangraba. Abrí la cabina, Jiménez ni siquiera me notaba.
La saqué cargándola al hombro, y comencé a correr. A dos cuadras del lugar encontré a Gustavo. No podiamos ir los tres en la motocicleta.
Se bajó, recogió un fierro y vino corriendo hacia mi. Me agaché y lanzó el fierrazo. Detrás mio había un infectado a punto de morder a Claudia, y él lo derribó. Más infectados se acercaban corriendo al percatarse de nosotros.
Gustavo me dijo que llevara a Claudia a un lugar seguro en la motocicleta. Le dije que nos encontraramos en La Sebastiana, y que se cuidara. Asentió con su cabeza.

Tomé la motocicleta, aún en marcha, subí a Claudia, y nos marchamos de ese infierno.

No se que habrá sido de Jiménez. Espero que haya sido devorado... Gustavo no ha aparecido aún, espero que esté con vida, sano y salvo. Le debo la vida.

Hoy estoy en La Sebastiana, una de las casas de Pablo Neruda, que fue un museo. Hoy es un excelente refugio. Paredes de concreto altas. Reja sólida en su entrada. Además está en la altura del cerro, y su vista da al mar y a sectores más bajos del cerro.
Claudia recuperó la conciencia, pero perdió mucha sangre. Por lo que está acostada descanzando.
Hoy no estoy sólo. Recuperé a mi novia. Tengo una razón para sobrevivir a esta pesadilla.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Día 7 - Escape de la RCV, parte I

Un dia lluvioso asotó Valparaiso esa mañana. Alegría se veía en el rostro de todos. Lluvia significaba agua, era una fiesta.
Yo desperté enfermo de pensar en la comida. No pude evitar vomitar en ese almuerzo. Dios, pobre gente ¿Sabrían acaso de donde provenía esa carne?

La mitad de la tarde la pasé ayudando a arreglar unas rejas. Al descuido me quedé con un alicate, me sería útil para escapar. La otra mitad de la tarde me dediqué a entrenar a los guardias, por petición de Jiménez.
A Méndez, el comandante, no le gustó nada la idea que un civil tomara el mando de sus tropas. Yo no tenía muchas ganas de ayudarles tampoco. Pero sabía que aportar conocimientos y mostrarme atento evitaría las dudas sobre mi.
Por otro lado a muchos serviría saber un par de cosas para sobrevivir a un ataque de infectados.
Por esto mismo decidí enseñar también al resto de los civiles. Los más chicos fueron especialmente los más interesados.
Correr a puntas de pies, rodar, saltar, recepción, nociones básicas de escalada y desenganche, y equilibrio fue el contenido de la clase. También nociones de acondicionamiento, y la filosofía del Parkour. Esto último no le simpatizó a Méndez.
Luego vino una práctica de combate a mando de Méndez. Aquí se ensañó conmigo. Me hizo combatir con los soldados que me golpearon. Ahora estaba preparado.
La confianza de estos tipos les jugaba en contra. A pesar de la resistencia y la preparación militar, la confianza puede hacer caer hasta al más fuerte de un descuido.
Para mi la batalla era innecesaria, pero si debía enfrentarme en una, debía ser por sobrevivir. Por lo que "trucos sucios" eran bienvenidos. Tierra en los ojos, golpes bajos, sorprender por la espalda, golpes al cuello, boca del estómago y nervios me permitieron ganar, difícilmente, los combates.

Finalmente tocaba el turno del combate con Méndez. Hicimos un trato. Si ganaba debía devolverme mis cosas. Aceptó.
El tipo era bajito, algo gordo. Se puso en posición de combate, con la cabeza agachada, manos frente a su cara, con manos empuñadas, dando un paso trás otro. Su rostro era el de siempre. De pocos amigos.

Dabamos vueltas en el ring improvisado, ninguno daba el primer ataque. Por mi parte, nunca ataco primero. El mejor ataque es una buena defensa.
Ante las pifias del público (se había sumado un buen montón de gente, seguramente no hay mucho en que entretenerse aquí), el comandante decidió atacar primero. Su golpe fue implacable. Un derechazo a la nariz, rapidísimo. Mis ojos lagrimearon y caí en una rodilla. Esto no es como las películas.
Ante no poder ver por causa de las lágrimas por el golpe, atiné a rodar hacia atrás. Sentí el aire de una abanicada patada, que no dió en su objetivo. Las extremidades cortas de mi adversario serían una ventaja.
Ante la pérdida de equilibrio de Méndez, me alcé, desde mi posición y le di con la potencia de mi cuerpo con ambos puños, golpeándolo en el mentón, haciendo que de unos cuantos pasos hacia atrás, y haciendo que me incorpore.

El tipo me miró con furia, su boca sangraba, le hice morder su lengua. Gritó y se lanzó corriendo contra mi.
No contaba que, al caer al suelo, tomé en mis manos dos puñados de tierra. Lancé uno a su rostro, haciéndome un lado ante su intento fallido de tacle. Me maldecía, cobarde, me decía por haber jugado sucio. Me sorprendió de un soldado. Pero como dije, el exceso de confianza puede costar la vida en combate.

Me acerqué por su espalda en silencio para usar la misma técnica que con el soldado del culatazo. Pero en cuanto lo tomé me sorprendió lanzándome por sobre su cuerpo, azotándome contra el suelo.
Caí como un saco de papas. El se avalanzó encima mio y comenzó a ahoracarme, su cara hervía de rabia. Sentía mi cara poniéndose morada, este tipo me iba a matar.
Con una mano libre metí mis dedos detrás de su traquea, ante su sorpresa, use ambos codos para separar sus articulaciones del antebrazo, logrando separar sus brazos de mi cuello.
A continuación apreté más mis dedos dentro de su traquea. El tipo no pudo más y se alejó hacia atrás. Aproveché y le empujé, separándolo de mi. El calló de espalda, tosiendo. Me avalancé sobre él. Pisé una de sus manos. La otra la use para aprisionar su espalda, junto con una mano y la otra, la usé para causarle dolor. Apretaba mi pulgar contra la parte trasera de su oreja. Suficiente dolor para someterlo.
La batalla había terminado.

Le levantaron entre dos soldados. Mientras un par de soldados le sacudían el barro, el tipo se acercó a mi. Pensé que me iba a golpear, pero se paró frente a mi y ordenó a un soldado traerme mis cosas. Acto seguido se retiró.
El aplauso de los civiles fue espontaneo, y aunque no debí hacerlo, no pude evitar sonreirme ante mi victoria.


Lamentablemente mi victoria hizo que Mendez me tuviera entre ceja y ceja, por lo que la mayoría del día fui seguido por guardias.
Aún así me hice un espacio para escabullirme de ellos y encontrar a Claudia. Me la llevé a las "patas de gallo", donde le conté que quería irme, y llevármela conmigo. No le comenté lo de la carne, pero si le dije que no confiaba en estos tipos.
Ella se enojó y me dijo que no buscara excusas cuando mi razón para escapar era Jiménez. En parte tenía razón.
Le pedí que confiara en mí, que sabía donde ir y estar seguros. Me dijo que lo pensaría. Conocía esa respuesta, por lo que para mi fue un si.

Con mi mapa recuperado, tracé un recorrido hasta el nuevo destino. A un lugar que sabía que iba a estar seguro, y cumpliría la función de fortaleza: La Sebastiana.
Hecho esto, planeé como rescatar a los rehenes que tenían como ganado, como robar un camión con provisiones y largarme con Claudia. No tenía seguridad de que resultara todo como lo planeaba, pero era mejor que nada.

Al día siguiente comenzaría a llevar a cabo mi plan. Escaparía en la noche. Contaba con el exceso de confianza de los soldados, para que cometieran una serie de errores.

No contaba con mi propio exceso de confianza, y mis propios errores.

Día 6 - Resistencia Combatiente de Valparaiso parte III

El culatazo del rifle hizo que cayerá de rodillas. En esa posición la nostalgia se transformó en furia. El golpe en la nuca y la patada en la cara eran suficiente. Este golpe no.
Me levanté como un rayo, giré alrededor de él poniéndome a sus espaldas, entrelazando mi brazo en uno de sus brazos y el otro en el cuello. Me dejé caer al suelo como lanzándome a tierra, en mis brazos caía su cabeza, sin casco, y su cuerpo, cayendo de espaldas. El impacto fue implacable. Rodé para incorporarme pero en ese momento otros tres tipos armados me dieron como una piñata. Entre los gritos de la gente, la voz de su líder se escuchó.
Me incorporaron y con furia me separé de ellos, negándome a sus atenciones.

No entendía nada, hasta que Jiménez tomó por la cintura a Claudia y le besó, preguntándole si estaba bien.
Ella me miró con lágrimas en los ojos. A mi, el mundo se estaba cayendo a pedazos.

Jimémez, me miró con cara de nada, su rostro parecía una escultura griega. En seguida la sonrisa volvió a su rostro y me dijo - "Señor Daniel, le presento a mi novia, Claudia Paredes. Claudia - agregó- le presento al señor Daniel. Nuestro nuevo mien¡mbro de la comunidad..."
Miró nuestros rostros y preguntó si nos conociamos.
Ella respondió - No... seguramente me ha confundido.

"Pensaba que la conocía"- respondí - "con permiso"... me retiré.

Mientras me retiraba Jimenez agregó "Señor Daniel, en la comunidad tenemos ciertas normas de convivencia. Su obediencia evitará que los soldados tomen medidas. Le ruego actúe con mayor precaución la próxima vez".

No miré atrás, apreté los puños, en busca de un lugar solitario.

Estuve toda la tarde entre unas "patas de gallo", frente al mar. Tiempo la pasé llorando, otro maldiciendo, y otro tanto entrenando para canalizar mi rabia, tristeza y frustración.
El sol estaba ocultándose en el mar de Valparaiso, cuando apareció Claudia, con una botella de agua en una mano y un pan en la otra.

Se sentó al lado mio. No pronuncié palabra, pero mi rostro expresaba bastante fielmente lo que sentía. Ella estuvo en silencio un buen rato. Silencio incómodo.
" Me alegra saber que estás vivo"- me dijo.
Una sonrisa sarcástica apareció en mi rostro.

Continuó- "Tienes que entender que pensé que estabas muerto. Estaba sola, fui atacada por esas cosas y él me rescató. Rogué que llegases a buscarme mucho tiempo, a ayudarme, a protegerme,a estar conmigo. Pero llegó él.
Y tu desapareciste".

Mi mirada pudo haber cortado el cielo en dos. Puse mis ojos sobre ella, me acerqué hasta un paso de distancia y le dije - "Pero estoy vivo... Soñaba cada noche con encontrarte, deseando que estuvieras con vida y a salvo... Al parecer mi sueño me traicionó". Mi voz tiritaba.
De su mejilla corría una lágrima. "Te extrañé tanto"- dijo.
"Pff, se nota... veo que no perdiste el tiempo" le contesté. Me respondió con una cachetada que hizo que un montón de gaviotas volaran asustadas y que mi rostro quedara volteado.

Nos miramos fijamente, segundos eternos. La tomé de los brazos y la besé. Ella se resistió un par de segundos, luego se entregó...

Al caer la noche ella se fue, otra vez con él.

Yo fui a recorrer la comunidad, en busca de más información. Había algo que no me cuadraba en todo esto. Aparte de que el líder de la comunidad tenía por novia a mi mujer.
Era la comida, las armas. Eran muchas armas para ser recolectadas, muchas municiones. Era mucha carne fresca la que había, pero no veía ganado, ni refrigeradores. Decidí no comerla hasta saber su procedencia.
Lo que descubrí me hizo decidir huir de ese lugar y llevarme a Claudia conmigo.


Hice lo posible por moverme evitando a los guardias y vigías en las improvisadas torres. Pude notar en alguna medida la cantidad de hombres armados, los puntos más vigilados y las posibles vías de escape.
me escabullí hasta una zona alejada, con mucha vigilancia. Al descuido de ellos, me metí en uno de ellos. Lo que descubrí fue terrible.
Tenían un container donde faenaban carne, fresca. A otro costado vi restos de ropa, amontonadas. Empecé a temer lo peor.
Salí de allí al escuchar pasos de guardias. Me escondí detrás de otro container unas cuadras más allá. Pasado el peligro vi de reojo lo que había en su interior. Mi sospecha se reafirmaba. Eran rehenes. Seres humanos sanos, en su mayoría jóvenes, no más de quince años, amordazados y acinados en ese lugar.
Decidí quedarme un poco más...

Llegada la madrugada comenzó la pesadilla. Unos guardias entraron al lugar y tomaron a una niña, de unos 10 años. Se la llevaron a la zzona de faenamiento. Escuché las máquinas y hachazos. La niña nunca salió. Sólo hombres con overoles ensangrentados. No pude evitar vomitar ¡Estos enfermos estaban comiendo carne humana!

Debía salir de ese lugar. Pero debía hacerlo con Claudia... no podía dejarla en medio de estos locos enfermos. Por la hora, y presumiendo que ella estaba en la misma habitación que Jimenez, decidí esperar al otro día, y contarle todo.

Decidí una ruta de escape, debía encontrar mis cosas, tomar otras cuantas y hacerme a la fuga. Estar allá afuera con esos monstruos es más seguro que estar encerrado en esta jaula, rodeado de estos otros monstruos armados. He perdido la fe en la humanidad.

Fui a mi container y fui a dormir... Tuve pesadillas de sólo saber que probé esa carne cuando desperté en este lugar...




Día 5 - Resistencia Combatiente de Valparaiso, parte II

Una fuerte motivación puede llevar a un hombre a hacer actos temerarios sin dar mucho lugar a la duda.
El deseo de encontrar gente, de poder charlar, saber que está pasando en otros sectores, de reencontrarme con la ex comunidad, o mejor aún, reencontrarme con ella, eran mis motivaciones. Y me hicieron correr rapidísimo, saltar alto.
Ningún obstáculo fue limitante a que siguiera avanzando, ninguno de esos infectados me hizo vovler atrás, era como un caballo de carrera.

Al llegar a Errazuriz, Una gran cantidad de autobuses y automóviles abandonados. Todo rodeado por infectados, la mayoría en estado de descomposición, o con graves heridas que impedían que avanzaran tan rápido, para mi suerte.
Al ser un campo abierto, me imagino que resultaba muy difícil el encontrar un infectado fresco. Nadie en su sano juicio podría atravesar este lugar sólo. Afortunadamente yo estoy un poco loco y tengo mi Parkour. En estas circunstancias, puedo decir que sólo cuando se está en una situación de vida o muerte y lo utilizas, toma verdaderamente sentido de utilidad todo el entrenamiento. De no ser por él estaría muerto o sería una de esas cosas.
Con la carrera pude saltar sobre un automóvil, y desde ahí, saltar y engancharme a un autobus, subir al techo y saltar a otro autobús. Desde ahí me lancé al otro lado de la avenida en un salto de fondo, rodando en el concreto y al lado de un par de infectados, la velocidad de la carrera impidió que atinaran a alcanzarme, sólo a dar la vuelta en dirección del ruido de mi recepción en suelo.
Levantándome, seguí la carrera hasta la valla del metro y desde las líneas corrí hasta el muro que separaba la ciudad de la Aduana. Hasta aquí fue fácil.
Al pisar el suelo de la Aduana del puerto, me percaté que había caido en una zona separada con infectados, muchos de ellos. Se dirigieron a servirme de entremes, lo que no me dio tiempo de tomar un respiro.
Decidí trepar un container, y aproveché la continuidad de sus posiciones, para saltar uno sobre otro. Los infectados me seguían por debajo, gritando con furia al no poder alcanzarme.
El siguiente paso fue buscar altura para ver en que posición exacta me encontraba y hacia donde tenía que dirigirme.
Subí a containers apilados sobre otros, alcanzando una altura considerable. Mis manos transpiraban y parecían jabones, y estaba muy fatigado. Sin embargo cualquier error podía costarme la vida. Si no moría en la caida, seguramente los infectados se iban a encargar de mí.
Logré subir y sacar los binoculares. Debía cubrir un buen tramo por sobre containers, subiendo y bajando, hasta llegar a una grua la cual me permitiría llegar hasta arriba de una reja que separaba la zona de infectados de una zona aparentemente segura. Me tomé el trayecto con calma. Aquí arriba estaba seguro de esas cosas, y no sabía que me encontraría al otro lado, por lo que guardé energías.

Hecho. Llegué al otro lado, bajé la reja y comencé a avanzar entre unos camiones. No había señales de nadie. A lo lejos veía a tipos armados sobre gruas, pero al parecer no se habían percatado de mi presencia. Gritar por atención podía ser fatal si es que había un infectado dando vueltas. O si me confundían con un infectado y habrían fuego.
Avanzé alrededor de trescientos metros entre camiones y barreras. Derepente siento un golpe en la nuca y caí al suelo. Una patada en la cara se encargó de dejarme fuera de combate, antes de que pudiera hacer nada.



Desperté en la noche, desorientado, en lo que parecía ser un container. Un dolor terrible en la nuca y al costado de mi rostro hacían que mi cabeza palpitara con sólo pensar.
Un farol daba luz a la improvisada habitación. Me di cuenta que estaba sobre un colchón en el suelo. A mi lado un plato con comida y agua. Comí todo como si fuera uno de esos infectados. Mi cabeza estaba cubierta con vendas.
Ninguna de mis cosas se encontraba en la habitación. Ni mi mochila, ni mis armas, nada.
Me levanté, algo mareado y avancé afirmado de la pared del container hasta la puerta. Al salir, dos sujetos grandes me tomaron cada uno de un brazo y me llevaron, casi arrastrando hasta otro container. A pesar de intentar safarme, preguntarles de que se trataba todo, no obtenía respuesta a mis preguntas, ni siquiera me miraban.
En el trayecto pude ver que el lugar estaba lleno de sobrevivientes. Viviendo en containers, habían varias familias. Muchos hombres armados. Me miraban como si encontraran mi presencia la de un extraterrestre.

Mis escoltas me metieron dentro de otro container con una mesa, me sentaron frente a ella,y se pusieron cada uno a mi izquierda y mi derecha.
Al rato aparecieron tres sujetos. Uno tendría alrededor de cincuenta años, con pinta de uniformado, de mirada poco amigable. La segunda persona era una mujer de unos treinta años, muy guapa, me regalaba una mirada de lástima, me imagino que por mi condición no era para menos. El tercero fue el que me dirigió la palabra. Era jóven, tendría alrededor de 25 años, algo menos que yo, de contextura atlética, vestido con un abrigo bastante ostentoso, parecía estar siempre con una sonrisa en el rostro, pero su mirada simplemente no me daba confianza.

"Soy Alfonso Jimenez, el líder de esta comunidad - principió con tono acogedor- el caballero a mi lado es Juan Méndez, mi mano derecha y comandante de las tropas de la Resistencia, y la señorita es Paula Oath, enfermera, y quien te vendó tus heridas.
Te ruego disculpes el trato de nuestros combatientes, pero debes entender que ante la alta seguridad de nuestra comunidad, cualquier incidente fuera de lo normal debe ser rápidamente atendido.
Esperamos que podamos retribuirte por el mal trato con el que te hemos recibido ¿Cuál es tu nombre?".

"La comida es un buen comienzo - respondí- Mi nombre es Daniel, Daniel Astorga ... ¿Qué es exactamente este lugar?¿Cuántos sobrevivientes hay aquí? ¿Cómo tienen tantos hombres armados?"- Fueron las preguntas que atiné a realizar.

Jimenez continuó -" Bien, Daniel. Cuando la pandemia nos azotó, este lugar era un caos. El virus se comenzó a propagar por la llegada de un crucero con sus tripulantes infectados. El crucero encayó en Barón y fue cosa de minutos para que los infectados atacaran a la población. Como sabrás uniformados, como el señor Méndez, hicieron lo posible por contener a los infectados, pero era tal el desorden que ya no se podía distinguir entre infectados y gente sana. La orden fue eliminar todo lo que se moviera.
El resto creo que debes saberlo. Mucha gente, ante la fallida protección de los cerros, optaron por ir a "zonas seguras" ofrecidas por el gobierno. Pero tiempod espués no se supo más de la existencia de este, y las zonas seguras fueron un caos. Quienes no murieron por los infectados, murieron de hambres, por delincuencia. Las tasas de suicidios fue altísima también.
Con el señor Mendez y la señorita Oath estabamos en uno de esas zonas seguras, cuando fuimos atacados por una horda de infectados. Nos organizamos para escapar, y decidimos retomar este lugar, al otro lado de donde comenzó el brote en Valparaiso. A veces los lugares más vulnerables pueden ser los más seguros. Reunimos una cuota de hombres armados y huimos en camiones hasta este lugar.
A ensayo y error aprendimos a usar la grua y mientras hubo energía usamos los containers como murallas contra los infectados. Reunimos las armas de los uniformados que perecieron en la primera oleada, rescatamos sobrevivientes, reunimos todo lo necesario para vivir (alimentos, leña, etc.), y organizamos normas de convivencia y finalmente armamos nuestra propia guerrilla contra esos desgraciados, la Resistencia Combatiente de Valparaiso.
Lo que yo quiero saber, es como supiste de nosotros, y lo más importante como lograste entrar sin ser notado, ni ser devorado por una de esas cosas".

Le relaté como encontré el mensaje y mi trayecto hasta aquí.
El joven líder continuó.

"¡Vaya! jajaja. Es usted una persona impresionante. Ese lugar fue limpiado por nuestras tropas, cuando fueron en busca de sobrevivientes en ese edificio. Y esa habitación fue "decorada" por algunos de nuestros soldados, y el mensaje obviamente era una broma. Una apuesta más bien. Nunca pensamos que alguien pudiera llegar hasta este lugar... Me ha hecho perder una apuesta, señor Daniel.
Sus habilidades pueden sernos bastante útiles. Si desea, puede compartir su compañía con nosotros. Le alimentamos y mantenemos a salvo y con comodidades, si usted accede a entrenar a nuestras tropas en su ¿Parkout?"
Parkour, le corregí. Y acepto su proposición. No sabes cuanto tiempo he estado en busca de más gente".


Jimenez hizo un ademán y fui llevado a mi "recamara". Dormí como un tronco en ese colchón.
Al otro día me despertaron cuchicheos. Me lavé (tenían agua embotellada), y disfruté de las comodidades. Me afeité, lavé mis dientes, me cambié de ropa por una más cómoda. Sin embargo no encontraba mis cosas.

Los cuchicheos resultaron ser un grupo de niños que me espiaban por la puerta como si fuera de otro mundo. Al salir me bombardearon de preguntas y me invitaron a tomar desayuno. Me guiaron hasta unas mesas de camping donde había mucha más gente que me esperaba. Me atendieron como a un invitado famoso.
Estaba comiendo cuando la visión frente a mi hizo que la taza de café y el pan amasado con manjar se me cayera de las manos. Entre la masa de gente atendiéndome se abrió paso una mujer que me era conocida, íntimamente conocida. Era ella.
Sentí como mi pecho me apretaba, mi garganta con un nudo que me ahogaba, lágrimas caían por mi rostro. Con un grito desgarrador dije su nombre, nombre que estuvo en mi mente todo este tiempo, desde que empezó esta pesadilla. ¡¡Claudia!!
Me abrí paso corriendo entre la gente que me miraba con ojos de sorpresa ante mi reacción. Ella me miró con ojos como platos y boquiabierta. No atinó a hacer nada. Yo la abracé con todas mis fuerzas. Como intentando meterla dentro mio, para que nunca más me separaran de ella. Luego la besé.
Estaba a salvo, ¡estaba viva! Pude verla otra vez.

Sin embargo mi alegría duró poco... Un de los soldados me separó de ella y me hizo caer de rodillas de un culatazo de su rifle en la boca de mi estómago. Caí estupefacto.







Día 5 - Resistencia Combatiente de Valparaiso, parte I

Han pasado cuatro días desde que pude escribir por última vez en el diario. Afortunadamente lo tengo de vuelta.

Mi esperanza de encontrar sobrevivientes se cumplió en algún momento, sin embargo la luz de esperanza que se había abierto campo entre la espesa nubosidad de los apocalípticos acontecimientos de los últimos meses se ha disipado.

Cuando vives en un mundo rodeado de caos, escapando de seres que fueron humanos alguna vez, tratando de darte un mordisco, te olvidas de que en el mundo habían muchas cosas peores antes de que esta pandemia se desatara: El propio ser humano.
Los acontecimientos vertiginosos de los que he podido sobrevivir estos últimos dias, me hace dudar de que sea el virus el causante de las acciones de esos seres. Al parecer sólo es un catalítico de la verdadera naturaleza humana. Quizás, por naturaleza, somos seres antropófagos.
Ahora que tengo unos minutos de seguridad, he tomado mi diario para relatar lo mejor posible todo lo que ha pasado en estos cuatro dias, y como llegué a estar en esta situación.


Luego de despertar de una resaca terrible despues de una noche de disfrutar de un banquete post apocalíptico, decidí terminar la tarea de terminar de revisar los últimos cuatro pisos inferiores del edificio. Con la cuerda de seguridad que tomé prestada, sería un poco más fácil movilizarme.
Me pareció extraño que no hubiese señas de algún infectado en los pisos tres y cuatro, además de las muestras de saqueos evidentes - las habitaciones estaban literalmente vacias, ni siquiera un papel, nada - sin embargo en el segundo piso encontraría la respuesta a mi pregunta.
El piso uno y dos estaban con las ventanas cerradas con tablones, por lo que me fue imposible entrar por fuera, tuve que agarrar valor y entrar directamente por las escaleras interiores.
Machete en mano y a tientas, bajé las escaleras, la única iluminación las entregaban los orificios que se escapaban al blindaje que proporcionaban los tablones en las ventanas.
Derepente un golpe de putrefacción golpeó mi cara. El olor era tanfuerte que causaba un dolor de cabeza. Atiné a cubrirme con un paño, para cubrir en alguna medida el nauseabundo olor que me causaba. A esto se sumó el escalofrío de pensar que estuviera acompañado por una de esas criaturas, pero no escuchaba ruido alguno, nada.
Cuando te encuentras en una ciudad muerta, el menor de los ruidos se transforma en un estruendo. Y sólo escuchaba los ruidos de los pasos aletargados de las criaturas de afuera, muy a lo lejos.
Atiné a acercarme a una ventana y sacar unos tablones. Si había un infectado dentro, por lo menos quería verlo. Y el aire fresco en ese ambiente a putrefacción, me lo iban a agradecer mis tripas.

Despejada una ventana, tomé aire fresco, miré hacia la calle al dantesco escenario de cientos de restos humanos esparcidos por la calle como si fuera papel picado en un carnaval, y otras cientos de criaturas divagando con la mirada perdida y gemidos lastimeros pero escalofriantes.
Al girarme y dirigir mi mirada al interior, no pude evitar emitir un grito de terror que hizo que varias de las criaturas de afuera dirigieran su mirada hacia mi.
Lo que vi fue digno de una película gore (si es que lo de afuera no era suficiente para ganarse ese título). El piso estaba cubierta de sangre seca, como si hubieran usado la sangre para lustrar el piso. Todo de un tono rojo oscurísimo, acompañado de pedazos de ¿tripas? y otros interiores. Y arriba en el techo, una docena de cadáveres sin cabeza colgados desde el torso, asujetados a las vigas del techo. Cuando pensé que los cadáveres eran de sobrevivientes casi me desmayo. pero en el centro de la habitación, en una mesa en una especie de jaula - luego supe que era una trampa para pescar jaivas - la docena de cabezas que les faltaba a los cuerpos, con una terrorífica diferencia. Estas cabezas se negaban a dejar de "vivir". Las cabezas, paradas, o volteadas, movían los ojos secos y, al verme, lanzaban mordiscos. Sentí como las lágrimas caían por mi rostro... era horroroso.

Lo que había sobre la trampa, fue lo que hizo que sintiera ganas de acercarme a ese cuadro plástico del horror. Había una nota. El mensaje hizo que la esperanza volviera a mí. El amarillento papel estaban las siglas RCV. Abajo su significado, Resistencia Combatiente de Valparaiso. Más abajo el mensaje que esperaba: "Únetenos en la Aduana, usa el binocular". Mis ojos se dirigieron al lado de la mesa y encontraron los binoculares.
Salí corriendo del edificio, y subí en tiempo record hasta la azotea. Dirigí mi mirada con los binoculares en dirección al puerto buscando algo que me diera respuesta al mensaje, y lo encontré.
Unas banderas negras y rojas, flameaban sobre algunas gruas y containers de la aduana. Personas armadas custodiaban el lugar. Observé bien y me percaté que la zona de banderas estaba totalmente despejada, y los infectados estaban replegados a zonas lejanas de este sector. Habían convertido las vallas de seguridad de la aduana en una fortaleza, usando las gruas para mover algunos containers y aislar a los infectados.
¡Eran sobrevivientes! ¡Debía llegar ahí como fuera!
Arreglé mis cosas, me puse la mochila, y decidí mi plan de movilización. Desde la azotea podía ver una pila de autos atravesada en la calle a manera de trincheras. Estas me permitirían llegar hasta un callejón, correr por ahí hasta Errazuriz, saltar la valla del metro, y por ahí, saltando las murallas meterme al interior de la aduana.

Fui hasta el primer piso y calculé la cantidad de infectados... muchísimos. Pero mi necesidad de ir a ese lugar era más fuerte. Apreté los dientes, salté la ventana, y corrí por encima de los vehículos, sintiendo gruñidos y gritos guturales detrás mio. Debía correr, debía saltar, sin parar, sin mirar atrás. Debía llegar como un rayo a la aduana, a mi refugio, a encontrar gente... a encontrar esperanza.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Dia 4 - Reconocimiento y refugio

Son las 7:00 am. A pesar del fuego he pasado una noche terrible debido al frío. Por lo que he decidido construir un refugio provisorio. Escuché por ahí que cartones y plásticos son buenos aislantes.
Además aquí arriba hay suficientes latones para cubrirme en caso que llueva.
Una vez construido el refugio, planearé como entrar al edificio sin correr peligro de ser atacado.


10:20. He terminado de construir el refugio y al mirar por la corniza del edificio, me he percatado de que he cometido una gran estupidez. Anoche no me preocupé al hacer fuego, debido a la altura en que me encuentro. Sin embargo no contaba que un grupo de infectados que se encontraba al frente, en el cerro, se percató del humo ¡Mierda! no contaba con que tuvieran buena vista.
Desde aquí puedo notar que no están en estado de descomposición. A pesar de que están cubiertos
de sangre, se ve que se mueven muy rápido y muy violentamente.
Afortunadamente, nos separa una reja, la quebrada, y 7 pisos de altura. Pero el hecho de que estén ahí acechando me deja sin vía de escape hacia el paseo Gervasoni.
Otra idea que se me viene a la mente es que si son recién infectados, cabe la posibilidad de que hayan sido sobrevivientes en las cercanías de ese cerro... Espero que si hay más sobrevivientes, no se encuentren infectados.



Es mediodía y ya he planeado como acercarme al interior del edificio. La puerta que lleva a esta azotea está cerrada por dentro, por lo que es imposible entrar por ahí. Además no se que puede haber al otro lado. Prefiero una ventana que me muestre un panorama del interior. Por esto decidí entrar por la fachada del edificio desde los pisos superiores, a través de las habitaciones.
Entraré de la misma manera que subí el edificio: Su fachada está llena de tubos metálicos que me imagino, servían para llevar agua, o como desagüe. Fueron lo suficientemente firmes para permitirme subir escalando. Debería ser útil para bajar también.
Buscaré una ventana abierta, o rota, que me permita entrar a una habitación desocupada. Al interior buscaré alimentos, algo que sirva de defensa (un arma de fuego sería ideal), personas que estén escondidas y percatarme si hay infectados en su interior. Ante cualquier ruido extraño escaparé por la ventana.
También se me ha ocurrido marcar en cada habitación en que esté un mensaje, diciendo que estoy en la azotea, en caso de que alguien sano se encuentre en el interior. Aún así mi prioridad será buscar alimentos... me estoy sintiendo sin energía y me fatigo rápidamente, por falta de alimentos.
Luego escribiré los resultados... Estoy nervioso, detesto tener que meterme en lugares que desconozco. Es muy riesgoso, pero es esto o ir a visitar a mis vecinos infectados en el cerro... No se ven muy atentos...




...Ya es de noche, estoy en mi refugio y disfruto de un buen café caliente, un whisky y de unos fideos (aunque no tenga con que acompañarlos, son un manjar en esta situación). Además de unos cuantos materiales que pueden serme de mucha utilidad, como una cuerda, dos bidones de agua, un mapa grande y detallado de la región, con algunos puntos interesantes marcados. Un buen botín para un día exhaustivo y lleno de sustos. Pero me adelanto a los hechos, a continuación relato como di con este tesoro.

Como estaba planeado, comencé a bajar por las tuberías y me desplazaba por las cornizas. De esta manera podía ver el interior de las habitaciones y cerciorarme de que no hubieran inquilinos antropófagos en su interior.
En el último piso, había sólo una ventana rota, la que me permitió entrar a la oficina. Se trataba de cubículos, y en su interior no había nadie. Lamentablemente no había nada de utilidad.

Al parecer todo el mundo abandonó el lugar antes de la tragedia, y dejaron la puerta cerrada.
Al acercarme a la puerta pude ver por una ventanilla hacia el corredor. No vi ni escuché nada, por lo que me aventuré al pasillo para recorrer las otras habitaciones, que daban al otro lado del edificio.

Ahí fue donde encontré el primer premio: En una esquina había un bidón en un dispensador de agua. Estaba casi lleno. Lo volteé y lo saqué y en el piso, debajo de una mesa, he encontrado un tarro de café, cucharas y vasos plásticos ¡Dios! casi me da un ataque de risa de euforia. Sólo pensar que la noche helada anterior hubiera cruzado entre un centenar de infectados por una taza de café... Metí el café y los utensilios en mi mochila, y llevé el bidón hacia la ventana que llevaba a mi salida de escape y hacia mi refugio. Luego revisé el resto de los cubículos sin novedades.

Decidí seguir bajando. El piso siguiente era igual, sólo cubículos de oficina. Sin embargo en una pared se encontraba este gran plano de la región, el cual tenía varios puntos señalados. Por el tamaño y detalles del mapa, decidí quedármelo. El plano estaba enmarcado, por lo que, estúpidamente, atiné a romperlo contra el suelo, haciendo un gran estruendo al reventar el vidrio. Al hacerlo, pasé mi primer susto. En cuanto se quebró el vidrio, escuché un grito gutural en la habitación de al lado, seguido de pasos rápidos. En un segundo, metí el mapa a mi mochila. Estaba lejos de la ventana, cuando vi al infectado tumbar la puerta. Un escalofrío recorrió
mi espalda y me lancé a un cubículo... El infectado parece no haberme visto, ya que parecía estar buscando
con la vista y olfateando el lugar. Empezó a pasearse botando los cubículos y gritando, lo que me puso
más nervioso.
¡Tenía que salir de ahí rápido! Miré hacia la ventana y esperé a que esa cosa estuviera lejos de donde
estaba escondido. Pero derepente dejé de escuchar al infectado... nada... parece que hubiese dejado de jadear...

Entré en pánico, de sólo pensar de que me hubiera encontrado y decidí levantarme y correr hacia la ventana... Me levanté rápido, estando a unos cinco metros de la ventana de frente... a la misma distancia, pero paralelo a la ventana estaba el infectado, mirandome a los ojos... fueron segundos eternos en que los dos nos quedamos quietos, esperando quien se movía primero. Era un tipo enorme, debió haber sido un oficinista... por un par de segundos me miraba con odio, jadeante, expectante... yo debí haber tenido cara de cordero listo para entrar al matadero. No atinaba a nada, no pude tomar mi machete del pantalón. Cualquier movimiento en falso iba a hacer
que ese engendro se me avalanzara a la velocidad de un rayo.
Me decidí y corrí lo más rápido que pude hacia la ventana. En paralelo el infectado corrió hacia ella para taparme la salida, gritando desaforádamente. A un paso de que me pusiera las manos encima, salté hacia la ventana, olvidándome de los 5 pisos que me separaban del suelo. Rompí la ventana con mi cuerpo, y sentí los brazos del infectado golpeando mis piernas, desestabilizándome. Atiné a agarrarme de lo primero que me encontré... un tubo a un metro de la ventana me salvó de una muerte estrepitosa.
La imagen era horrible. Un vacío hacia escombros de vidrios y metales. Arriba mío el infectado gritando y agitando sus brazos tratando de alcanzarme. Sus gritos,alertaron a los infectados de al frente que se pusieron a gritar como locos, sacuciendo las rejas, impotentes al no poder alcanzarme.
Volví en mi, y comencé a deslizarme con las manos a través del tubo, alejándome de esa ventana.
El infectado se decidió a seguirme, pero cayó al vacío, quedando encrustado en un tubo... aún así seguía moviéndose y estirando los brazos inútilmente, instintivamente, en un esfuerzo de alcanzarme.
Volví a subir a la corniza y me cuestioné si valía la pena seguir encontrándome con más sorpresas.

Tomé un respiro y me decidí a bajar al siguiente piso, si no encontraba nada, y al menor signo de peligro, me iría a la azotea por donde me vine.
En el piso de abajo me cercioré a través de cada ventana de que no hubiera peligro. Después de unas buenas decenas de minutos, entré por una ventana rota, abriendo el pestillo. Nada nuevo, hasta que me encontré con una puerta de lo que parecía ser una pequeña bodega de conserjería. Estaba cerrada. saqué mi machete, listo para cercenar una cabeza. Abrí la puerta despacio, y el susto fue grande cuando sin ver nada al frente, sentí como una mano agarraba mi tobillo. Asustado y en un sobresalto miré hacia abajo y vi al conserje, infectado, sin piernas, intentando morderme la pierna.
Salté hacia atrás y antes de que mi brazo le diera un machetazo, mi pierna ya le estaba machacando la cabeza a pisotones... Puedo decir que el cuerpo humano es fragilísimo... su cabeza quedó desfigurada, hechá un masacote de sangre y materia gris. Pasado el susto, al ver la escena, me puse a vomitar.
Con mis tripas vacias, atiné a pasar por encima del cadaver y revisar de una buena vez la bodega e irme al refugio... suficientes aventuras por hoy. y se estaba haciendo de noche.
Aquí encontré el premio mayor, En una esquina, había otro bidón con agua, en una gabeta de arriba, encontré una cuerda, que utilicé para subir los bidones, y al interior de una caja, alimentos descompuestos, y entre ellos unos paquetes de fideos, una pequeña olla y ¡el whisky! Al ver todo esto se me quitaron todos los miedos, salí renovado de energías.
Amarré el primer bidón, y escalé hasta la azotea y así subí el primero. Luego tuve que bajar y amarrar el primero que encontré y subirlo de la misma manera.

Ahora, mientras escribo, los fideos cocinan, disfruto de un rico café para combatir el frío. Más tarde disfrutaré
de un buen whisky a la luz de las estrellas.

Mañana seguiré recorriendo los pisos inferiores del edificio. Además los detalles del mapa me serán de gran utilidad cuando no pueda seguir encerrado en esta azotea.

Están listos los fideos... dormiré con el estómago lleno, y amaneceré con una buena resaca. Una buena forma de terminar un día de locos.

martes, 10 de noviembre de 2009

Día 3 - Ciudad en ruinas

Valparaiso solía ser patrimonio de la humanidad. Sus cerros y calles llenos de recobecos y callejones atraían a miles de turistas, eran motivos de canciones, poesías, fotografías y pinturas. Hoy cada recobeco, cada callejón es una trampa mortal con los infectados dando vueltas. Y el hedor es asqueroso, nauseabundo... el olor a carne podrida, pedazos de cadáveres entre las ruinas y toneladas de basura... Si el infierno existe debe parecerse mucho a esto... Sólo espero que ella esté a salvo...

¡Dios! pensaba que movilizarme solo iba a resultarme más fácil... cada callejón me esperaba con alguna sorpresa. No hay forma de doblar una esquina sin encontrarse con un par de infectados. Afortunadamente con los que me he cruzado se encontraban en estado de descomposición. Como dije, suelen ser más lentos, aletargados. Por lo que lo mejor ha sido ir viendo por encima de los muros de la ciudad e irlos saltando, avanzando deprisa y sin hacer mucho ruido...
Sin embargo, saltando un muro he tropezado y uno de estos engendros se me ha avalanzado... Tener a uno de esos encima es una mezcla de terror y asco. El olor a muerte, la carne podrida, esos ojos inexpresivos, vacíos.
Atiné a patearlo para alejarlo de mi. Era pesado por lo que cayó a un par de pasos de distancia. Atiné a sacar el machete de mi cinturón y golpearlo a dos manos en la cabeza.
Le partí la cabeza y salpicó un fluido mezclado de sangre y materia en mi ropa... Aún no puedo quitar el olor de mi ropa... que desagradable, me ha quitado el apetito, y eso que mi única comida ha sido un tarro de duraznos en conserva...
Son las 6 de la tarde... es mejor seguir avanzando. Hacerlo por encima de los muros es lo más seguro y una buena forma de pasar desapercibido...



... Son las 10 de la noche... he encontrado un lugar seguro en la azotea de un edificio que solía tener oficinas. Tiene una buena vista al plan de la ciudad... las calles están llenas de esas cosas... que imagen más escalofriante, pensar que esta ciudad meses atrás estaba llena de vida.
Logré llegar a esta azotea rodeando el cerro hasta llegar al paseo Gervasoni... Bajar por su quebrada me permitió acercarme a uno de los pisos superiores del edificio, y trepar por las tuberías hasta la azotea. Creo que es buena idea hacerlo mi refugio mientras estoy solo.
Hace frío. Por lo menos aquí arriba no hay peligro si hago una fogata... ¡Cómo desearía tener un pedazo de carne para comer y poder tomar un buen café caliente!... Tendré que conformarme con una lata de atún, espero que no esté vencido. Un dolor estomacal es lo último que necesito.
Mañana comenzaré a revisar las habitaciones del edificio, puede que haya algo útil, o sobrevivientes. Creo que entrar trepando y observando por las ventanas, a través de las tuberías exteriores, es mejor opción que bajar por las escaleras y encontrarme con alguna sorpresa.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Día 2 - Comienza el viaje: Tips de Supervivencia

He pasado una noche asquerosa. Lo que te cuentan en las películas es mentira: uno no puede acostumbrarse a vivir entre tanto horror. De vez en cuando se escuchan los gritos guturales de los infectados, es horrible. De sólo pensarlo se me erizan los pelos.

Soñé con mi novia, espero que esté segura. Espero poder volver a verla sana y salva alguna vez. Haber perdido a mi familia es suficiente...

He decidido ponerme en marcha en busca de sobrevivientes. Creo que es una buena oportunidad para dar tips de sobrevivencia para pasar desapercibido, escapar y saber reconocer los peligros entre toda esta masacre sacada de una película de terror.

1. VIAJA LIGERO. Si vas a viajar solo, con grupos muy reducidos y sin medio de transporte, es mejor ir con lo justo. Algo para defenderte, que no sea pesado. Una mochila con víveres para un par de días (si son alimentos en conservas o no perecibles siéntete la persona más afortunada del mundo), medicamentos, fósforos son grandes aliados, un buen par de zapatos o botas, ropa cómoda pero segura, algún impermeable y agua.

2. VIAJA SEGURO. No hay nada peor que te pille la noche en medio de una docena de infectados sin saber adonde vas. Recomiendo conseguirse o dibujar un mapa del sector, y determinar hasta donde recorrerás y cuanto tiempo te llevará. Tiendas turísticas es el lugar para encontrarlos.
Además, no hay nada peor que viajar de noche. Los infectados parecen poder olfatear a la gente sana. No se exactamente como pueden hacerlo, quizás es parte de la mutación. Por lo que viajar de noche para pasar inadvertido es inútil, si es que no es suicida. Además, por la falta de iluminación se está en desventaja con los infectados. Y en caso de que te encuentres en problemas, es más fácil de que si (por milagro) algún sobreviviente armado te encuentra, pueda distinguirte y ayudarte con luz de día.
Por lo que es mejor hacer tramos largos durante el día, buscar lugares seguros donde comer. Descanzar de noche en lugares cerrados y seguros, sin hacer ruidos ni llamar la atención de ninguna manera. ¡Ah! y asegúrate de no haber sido seguido por ningún infectado, un lugar seguro puede convertirse en una jaula si es que infectados saben que estás ahí.

3. DEFENSA. La mejor forma de defenderse de un ataque de infectados es corriendo y escapando. Es muy importante tener resistencia, correr largos tramos y rápido, saber sortear obstáculos (afortunadamente practicaba Parkour antes del desastre), y conocer la ciudad. Si no puedes escapar y debes atacar al infectado, es mejor hacerlo con armas livianas o certeras. Un buen rifle y un machete o un bate son infalibles. El rifle para largas distancias y el machete o el bate para enfrentarse cuerpo a cuerpo. Entrenar la puntería y técnicas de defensa con estas armas también es muy importante.
Si estás en un grupo, es mejor idear estrategias de defensa y ataque como emboscadas, en los que se dividan el trabajo. Por ejemplo los más rápidos hacer de "carnada" y los más lentos, pero con mejor puntería usar las armas de fuego. Es un buen dato reconocer que hay que ser sigilizo. Los ruidos también atraen a más infectados.
Cualquier debilidad puede resultar en la muerte (o la no muerte). La compasión tampoco es un aliado muchas veces. Si alguien cae o es alcanzado por infectados, es tarde, no hay cura, debes dejarlo atrás.

4. CONOCE A TU ENEMIGO. Básico: No se puede razonar con un infectado, parecen actuar sólo por instinto, por lo que suplicar por tu vida no será de utilidad.
Sin embargo, los infectados suelen estar más en grupos que individualmente, y muchas veces parecen saber emboscar a sus víctimas, lo que nos dice que pueden tener algún tipo de rasosinio a la hora de alimentarse. No los subestimen.
Como les dije anteriormente, parece que saben reconocer a sus víctimas por el olor. Por lo que si te perfumas o andas muy limpio, eres un blanco fácil.
Los recién infectados son los más rápidos y más furiosos. Los que están en estado de descomposición o los que no se han alimentado por mucho tiempo, son más lentos. Aún así son todos peligrosos.


Esos son los tips básicos que puedo entregar, y que me han permitido sobrevivir este tiempo en esta pesadilla.
Son las 10:00 am. Debo aprovechar la luz del día... Espero encontrar gente pronto...


Día 1 - Comienzo del diario

Han pasado alrededor de tres meses en los que no tengo contacto con nadie... Creo que es por eso que empiezo a escribir este diario. Quizás a alguien le sea de utilidad... o quizás sea la necesidad de tener a alguien a quien contarle todo lo que ha sucedido...

Soy uno de los pocos sobrevivientes a la peor de las plagas que han azotado a la humanidad. Es horrible. Nunca imaginé tener que vivir para ver tantos horrores.
He visto a gente afectada por alguna clase de enfermedad atacando, mordiendo y comiéndose a otras personas. Estas personas, contagiadas por las mordidas se levantan de inmediato con una especie de rabia buscando a quien atacar...
Estas "personas" tienen una resistencia enorme a la muerte (si es que están vivas). Las he visto desangrándose, desmembradas, y aún así corriendo, caminando o arrastrándose con lo que parece ser un hambre insaciable. La única manera de defendernos ha sido machacándoles la cabeza. Pero la mayor parte del tiempo nunca están solos, por lo que lo mejor es escapar y esconderse.

No se mucho sobre como empezó toda esta pesadilla. No se si queda alguien que sepa qué fue lo que lo inició, ni como pararlo... La poca información que tengo ha sido recopilada por los noticiarios, aunque hace muchísimo tiempo que no hay señales ni de TV ni de radios.

Especulamos que todo empezó el invierno antepasado: Una mutación de un virus, contagiada por los cerdos, afectó a muchísima gente en todo el globo. A pesar de que fue controlada, el año pasado volvió a aparecer con más fuerza. Científicos diseñaron una vacuna que se supone serviría para revertir los efectos del virus. La vacuna funcionó. Pero muchos estamos seguros de que fue esa vacuna la que propagó esta enfermedad.
Fue al terminar ese invierno que, en las noticias, se empezó a informar sobre hechos de violencia en que sujetos desenfrenados atacaban a mordiscos. Nadie tomó muy en cuenta esto (el mundo ya era un caos antes del virus), hasta que la masacre llegó a Chile.
Fue en los aeropuertos y puertos donde todo empezó para nosotros. Contagiados crearon un baño de sangre que se volvió incontrolable para las autoridades, por lo que los contagiados entraron a las grandes ciudades.
Aquí en Valparaiso fue igual o peor. Todo empezó en el puerto, con la llegada de un barco con turistas. Fue un caos: Gente corriendo, gritos, sujetos enloquecidos atacando a todo lo que se moviera.
Los policias y militares no sabían distinguir entre contagiados de víctimas, por lo que se comenzó a disparar a todo el mundo. El Plan de Valparaiso se volvió un festín de caníbales.
La gente sana, comenzó a subir a los cerros. Con el tiempo y con algo de organización, se pudo separar el plan de los cerros, dando un poco de seguridad a las personas, pero debido a que la gran parte de las provisiones estaban en el plan, o en la aduana, no tomó mucho tiempo en que la plaga llegara al resto de la ciudad.
Fue por esto que la gente empezó a encerrarse en sus hogares, recolectando comida, aunque la gran mayoría escaparon a otros lugares, en busca de una cura o protección del gobierno.

Los pocos que quedamos aquí perdimos a nuestras familias. De cierta manera quedamos los más aptos para poder sobrevivir a infectados, corriendo, creando trampas e ingeniando como conseguir alimentos. Creamos comunidades pequeñas, en caso de que tengamos que movernos a otro lugar menos peligroso.
Sin embargo hace tres meses, cinco de nosotros fuimos en una operación en busca de alimentos en un hipermercado, algo falló y fuimos atacados por infectados. Tuvimos que escapar como pudimos de la masacre, y tuve que huir solo... perdí el contacto. No tengo más que 3 tarros de conservas, un lápiz, mi diario, mi cuchillo y un machete para sobrevivir. Si no hago algo moriré de inanición. Tratar de sobrevivir solo es imposible por mucho tiempo, por lo que me veo obligado a moverme en busca de gente y alimentos...

Sólo espero sobrevivir otro día. No se si es peor morir de hambre o ser devorado por los infectados y convertirse en uno de ellos... escucho ruidos, será mejor apagar la vela...